Como se lleva poniendo de relieve en los anteriores posts sobre la repercusión social de los medicamentos biosimilares, estamos presenciando que tanto la industria farmacéutica como los sistemas nacionales de salud están haciendo frente a un gran desafío: mejorar la accesibilidad, a la vez que se contiene el gasto sanitario.
Ante este desafío, os venimos contando el modo en el que los biosimilares pueden contribuir a una drástica reducción de la factura hospitalaria, que en 2015 alcanzó los 6.589 millones de euros, según datos adelantados del Ministerio de Hacienda. Asimismo, se registró un aumento del 9,2% en el gasto en productos farmacéuticos y hospitalarios, con respecto a 2015.
Además de contribuir en el ámbito de la oncología y de las enfermedades autoinmunes, los biosimilares y, más concretamente, los anticuerpos monoclonales juegan un papel esencial en el ámbito de la hematología.
Dentro de las enfermedades hematológicas, se encuentra la Hemofilia A, un trastorno de la coagulación que en España se calcula que afecta a cerca de 3.000 personas. Los pacientes con hemofilia han pasado de padecer una enfermedad grave e invalidante con una esperanza de vida más limitada a alcanzar una calidad de vida comparable a la de las personas que no padecen la enfermedad, siempre y cuando reciban un tratamiento adecuado. No obstante, de cara a proporcionar tratamientos más asequibles -pero igualmente eficaces- y accesibles, los anticuerpos monoclonales también han ido introduciéndose en el mercado con vistas a proporcionar una alternativa para el tratamiento que reciben quienes padecen la enfermedad.
Un ejemplo del reconocimiento del papel de los anticuerpos monoclonales en hematología es en el tratamiento del linfoma de Hodgkin. En la 57 edición del Congreso de la Sociedad Americana de Hematología (ASH), el Grupo Español de Linfomas y Trasplantes de Médula Ósea puso de relieve que el anticuerpo monoclonal es capaz de disminuir la enfermedad antes del trasplante, haciendo que los pacientes tengan más opciones de curación.
A partir de la misma reunión anual, se destacó que la combinación de rituximab, un anticuerpo monoclonal anti-CD20, con quimioterapia reduce la tasa de recaídas y mejora la supervivencia de los pacientes con leucemia linfoide aguda tipo B, de acuerdo con los resultados de un trabajo presentado en la sesión plenaria de la LVII Reunión por el Hospital de San Pablo de Barcelona.
Estos avances, en los que se encuentran implicados los anticuerpos monoclonales, ponen de relieve el creciente papel que juegan en el ámbito de la hematología desde el punto de vista de la calidad de vida de los pacientes y de la sostenibilidad de los sistemas nacionales de salud.
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La contribución de los
anticuerpos monoclonales en hematología
