Todos los fármacos que salen a la venta tienen que pasar previamente por una serie de controles técnicos y administrativos que son regulados por la Food and Drug Administration (FDA) en Estados Unidos, por la European Medicines Agency (EMA) en Europa y por las autoridades sanitarias competentes en cada uno de los restantes mercados. En primer lugar, se debe aprobar su uso en humanos. Una vez conseguida esta aprobación, se llevan a cabo estudios clínicos que comprueban la dosis más adecuada (en el caso de los fármacos de referencia), la seguridad y la eficacia del fármaco. Finalmente, una vez obtenidos los resultados de estos estudios clínicos, se presenta a las autoridades un expediente para su evaluación y posterior obtención del número de registro sanitario, lo que autoriza su comercialización.
En Europa, la autorización de un medicamento puede seguir un procedimiento nacional (de forma independiente en cada país), descentralizado (de forma simultánea en varios países) o centralizado (en todos los estados miembros de la Unión Europea). Mientras que los fármacos genéricos se autorizan en Europa mediante un procedimiento nacional, los biosimilares se autorizan mediante un procedimiento centralizado (European Comission. Bruselas, ENTR/F2/BL D (2006). Volumen 2A, Procedures for marketing authorization. Chapter 4, Centralised Procedure. Revisión Abril 2006).
Para la aprobación de fármacos genéricos y biosimilares no se suelen exigir todos los estudios clínicos que se solicitan a los fármacos de referencia, sino sólo aquellos que aporten un valor añadido. No obstante, la aprobación de los genéricos es bastante más sencilla y rápida que la de los biosimilares. Como los genéricos y sus fármacos de referencia son compuestos químicos idénticos con una estructura química más simple que la de los fármacos biológicos, para su aprobación sólo se suelen exigir estudios de bioequivalencia, es decir, comprobar que el genérico se comporta de forma idéntica al fármaco de referencia en el cuerpo humano. Sin embargo, aunque el principio activo de un biosimilar y su medicamento de referencia es esencialmente la misma sustancia biológica, existen ligeras diferencias debido a la complejidad de su naturaleza y a los métodos de producción. Por ello, cuando un biosimilar se autoriza, se exigen estudios de biosimilitud, es decir, estudios que demuestren que la variabilidad y las diferencias entre él y su medicamento de referencia no afectan ni a la calidad, seguridad o eficacia, lo que hace que el proceso de solicitud de comercialización sea mucho más extenso, costoso y complicado que para un genérico.
Para su autorización en Europa, los biosimilares deben ser evaluados por el Comité de Medicamentos para Uso Humano (CHMP, Committee for Medicinal Products for Human Use) que está formado por representantes de cada una de las autoridades reguladoras de medicamentos de la Unión Europea y por miembros expertos en las áreas de especial interés. Este comité emite una opinión científica que se transmite a la EMA, que es el organismo que dicta la resolución final. La autorización para la comercialización por este procedimiento es válida en todos los países de la Unión Europea y el espacio económico europeo (Ruiz S. Normativa legal europea sobre medicamentos biosimilares. En: Pi Corrales G (Coord). Libro blanco de los medicamentos biosimilares en España: La garantía de acceso universal a medicamentos clave. Madrid, 2014. Fundación Gaspar Casal. p. 61-80).
Cuando la evaluación de un medicamento concluye favorablemente, se emite una autorización para su comercialización que incluye las condiciones establecidas por las agencias reguladoras para su uso adecuado (dosis, precauciones, contraindicaciones,…). Estas condiciones quedan recogidas en la información sobre el uso del medicamento destinada a los profesionales sanitarios (disponible en la ficha técnica) y a los pacientes (en el prospecto de cada medicamento). En la página web de la EMA se publican los informes EPAR (European Public Assessment Report) con el resumen de la evidencia científica que fundamenta la autorización del medicamento.
La EMA ha sido pionera a nivel mundial en el desarrollo de un marco regulatorio que establezca los requisitos para la autorización de biosimilares y algunos países, como Australia, Canadá, Suiza o Japón, han seguido sus principios. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2010 una guía de evaluación de biosimilares basada en el modelo de la EMA con el objetivo de una armonización global (WHO Expert Committee on Biological Standarization. Guidelines on evaluation of Similar Biotherapeutic Products (SBPs). Organización Mundial de la Salud, Ginebra, Suiza, octubre 2009).
Algunas de las guías de la EMA empleadas para la aprobación de biosimilares entraron en vigor a finales de 2014 y principios de 2015. En una de ellas, se establecen los criterios para demostrar la biosimilitud entre el biosimilar y el medicamento de referencia en cuanto a las características moleculares y el proceso de producción (EMA. Guideline on similar biological medicinal products containing biotechnology-derived proteins as active substance: Quality issues. EMA/CHMP/BWP/247713/2012 (Rev 1). Londres, mayo de 2014). En la más reciente (abril 2015) se recoge la aceptación de la extrapolación de indicaciones siempre que esté justificada científicamente y la posibilidad de utilizar un comparador autorizado fuera del espacio económico europeo (EMA. Guideline on similar biological medicinal products. CHMP/437/04 (Rev 1). Londres, octubre 2014).
Además de las barreras técnicas y administrativas que tienen que sufrir los biosimilares para poder entrar en el sistema sanitario, otra de las barreras a las que tienen que enfrentarse, la misma que ya sufrieron los fármacos genéricos cuando entraron en el sistema sanitario, es la preferencia de los médicos a prescribir productos originales. Sin embargo, esta es una barrera temporal, pues con una buena formación y concienciación sobre los biosimilares, se incrementará su utilización y la confianza en ellos. Hay países, como Italia, donde ha habido iniciativas interesantes para promoverlos. Por ejemplo, a los enfermos a los que se les administra un tratamiento biológico por primera vez, si está disponible el biosimilar, debe comenzarse por éste. Eso ayuda a que médicos y pacientes adquieran confianza en este producto.