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Aliados del sistema
nacional de salud

Como ya hemos mencionado en los anteriores post, teniendo en cuenta que la eficacia, seguridad y calidad de los fármacos biosimilares son similares a las de los fármacos de referencia, su principal efecto positivo en el sistema nacional de salud es un considerable ahorro económico, permitiendo reducir el coste de los actuales fármacos hasta un 35%. La entrada de medicamentos biosimilares favorece el aumento del arsenal terapéutico, traduciéndose en precios más bajos. Ello contribuye a la sostenibilidad del sistema de salud generando modelos de calidad y con una buena relación entre el coste y la efectividad del tratamiento, especialmente en un contexto de crisis económica como la actual donde hay una importante contención del gasto en todos los ámbitos. Además, debido al abaratamiento de los costes, aumenta el número de pacientes con acceso a dichas terapias, especialmente en aquellos con menos recursos. Gracias a ello, habrá más equidad en el acceso a los fármacos, se podrá tratar de igual manera a más pacientes, antes y con más beneficios, y se reducirán, por tanto, las hospitalizaciones. Todo ello con un considerable alivio presupuestario a los contribuyentes frente a la intensificación de las presiones por los costes en la atención médica.

 

Los efectos positivos en el sistema nacional de salud no se circunscriben únicamente a la posibilidad de ahorrar. Además de reducir el gasto sanitario, los biosimilares colaboran con los sistemas de salud de dos maneras. Por un lado, los recursos económicos liberados por el descuento en el mercado permiten abordar el tratamiento de las patologías con nuevos fármacos de mayor coste. De este modo, el paciente se podría beneficiar de un tratamiento cuya eficacia ya fue aprobada (el biosimilar) y de tratamientos recién incorporados en el sistema sanitario. Por otro lado, la expiración de las patentes y la pérdida de ingresos que suponen los biosimilares para las compañías de los fármacos de referencia, hace que éstas se vean obligadas a centrar sus esfuerzos en la investigación de moléculas que supongan avances terapéuticos. Todo ello ya se puso de manifiesto con la llegada de los fármacos genéricos. Además de ser una fuente de ahorro, el lanzamiento de los genéricos fue un acicate para la investigación de productos innovadores, tal como se refleja en el Documento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de 2015 que recoge las conclusiones de la 121 reunión de la Comisión de la Competencia de febrero de 2014 (Ref. DAF/COMP/M(2014)2/ANN6/FINAL).

 

Por último, la biosimilitud que se establece entre un fármaco biosimilar con su fármaco de referencia para que el primero pueda ser comercializado, no está reñida con la innovación. Es decir, aunque un biosimilar sea igual en cuanto a sus efectos al fármaco de referencia, el biosimilar podría aportar avances para los pacientes, por ejemplo, facilitando la vía de administración, haciendo que ésta fuese más cómoda y barata. Este sería el caso de la insulina, que durante muchos años se ha tratado de encontrar la manera de administrarla de forma oral.